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por
la redacción
Juan Pacheco es técnico informático y arregla computadoras; Érica Díaz es profesora de informática y maestra. Viven en Santo Tomé, están casados hace cinco años y tienen un hijo de tres. No solo unieron sus vidas, también sus conocimientos para desarrollar un proyecto innovador, social y sustentable que a menos de un año de ver la luz ya tuvo dos reconocimientos a nivel nacional. Son los creadores de la primera miniimpresora 3D educativa de Argentina fabricada con elementos electrónicos reciclados y destinada a concientizar e incluir.
Fueron dos los problemas que los motivó a lanzarse a esta aventura: la basura electrónica y la brecha digital. Las partes de computadoras e impresoras en desuso que se amontonaban en el taller de Juan, lo hicieron pensar en el daño ambiental que producen y buscar reutilizarlas; quizá también influenciado por su padre Antonio, un mecánico santotomesino que logró destacarse por su ingenio para transformar la chatarra en esculturas de arte. La dificultad económica con la que se encontraba Érica a la hora de querer incorporar elementos y tecnologías en el aula, los llevó a reflexionar y tener como premisa “que nadie quede afuera”.
Con ganas de dar soluciones y reinventarse hace un año la pareja decidió invertir los ahorros, que venían juntando para arreglar su casa, en la compra de una impresora 3D e insumos para concretar esta idea que venían proyectando tiempo antes de su primer contacto con Marc por Skype, un joven estadounidense que trabaja en China en Tecnologías de la Información y Comunicación aplicadas a la Educación. “Nos abrió mucho la cabeza ver lo que estaban haciendo allá y así fue como pensamos en una impresora netamente educativa y con impacto social”, recordó Juan. “Sus componentes reciclados disminuyen su costo de fabricación y esto hace que sea accesible para las instituciones que hoy no pueden comprar esta tecnología”
Una vez que lograron tener esta tecnología en el taller pudieron darle forma y vida a la MINI 3DU: la impresora de tamaño reducido que tantas horas de sueño les quitó y que, aparte de estar confeccionada con partes desechadas de impresoras de tinta y computadoras, lleva una estructura íntegramente impresa en 3D con materiales plásticos biodegradables. “Es completamente sustentable. Sus componentes reciclados disminuyen su costo de fabricación y esto hace que sea accesible para las instituciones que hoy no pueden comprar esta tecnología”, explica Érica mientras su marido cuenta que el costo aproximado de una impresora 3D similar, aunque de mayor tamaño e importada, en el mercado supera los 17 mil pesos, mientras que esta ronda los siete mil.
Sus primeras creaciones fueron donadas a la Escuela Técnica en la que Érica estudió, la Nº 322 “Obispo Gelabert” de Santo Tomé. Hoy siguen ayudando a escuelas con bajos recursos a contar con esta tecnología y brindan talleres de armado y modelado 3D a todas las instituciones educativas interesadas en el proyecto, poniendo siempre el foco en el mensaje. Porque se trata de una máquina que no solo imprime pirámides, macetitas, llaveros o enrollacables en bioplástico, sino que también busca imprimir una transformación social. “Lo que buscamos es concientizar a la comunidad acerca de la problemática de la basura electrónica que tanto mal hace al medio ambiente. Pero además en los talleres los chicos conocen la tecnología, diseñan un modelo y lo realizan pero sobre todo ejercitan el trabajo colaborativo, despiertan su interés y trabajan la tolerancia a la frustración en la prueba y error. Queremos potenciar la genialidad de estos jóvenes con conocimiento y herramientas. No queremos que queden afuera, queremos que estén preparados para los trabajos del futuro”, dice Juan con entusiasmo.
Talleres gratuitos
A nueve meses del comienzo de todo, Juan y Érica llevan fabricadas cuatro miniimpresoras educativas y sustentables, realizados 16 talleres gratuitos y recibidos dos reconocimientos a nivel nacional. Con su proyecto Reciclado 3D quedaron entre los tres ganadores del concurso “De la idea al proyecto” de la Fundación Itaú y fueron seleccionados por la Nación entre los 15 mejores desarrollos sustentables de Argentina (de 200), los únicos de la provincia de Santa Fe. Esto fue en el marco del Concurso Nacional Programa Nacional de Emprendedores para el Desarrollo Sustentable (Proesus), que lleva adelante la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación en conjunto con los ministerios de Producción y Trabajo y de Modernización, la Secretaría de Energía y el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (Inti).
Hoy la pareja sigue apostando a este proyecto educativo y sueña con “que todos los chicos puedan tener una Mini 3DU en su casa”. “Es impactante quedar seleccionados entre tanta cantidad de proyectos de todo el país y ver cómo se están impulsando estas iniciativas sustentables, cómo surgen ideas y nosotros sentirnos parte de ese crecimiento”, contó Érica mientras repasaba los logros alcanzados.
Fuente: UNO Santa Fe

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