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El santotomesino Lebus y la experiencia de jugar al fútbol en Islas Feroe

El santotomesino Lebus y la experiencia de jugar al fútbol en Islas Feroe

Sin peaje, desde “Santoto” (justamente) a las Islas Feroe. La historia de Santi Lebus, canterano tatengue, es para realmente titular como Jorge Valdano: “Sueños de Fútbol”. Es que a los 26 años, después de varios porrazos, ya domó dos camisetas profesionales en Islas Feroe, un ventoso y verde archipiélago danés ubicado a unos 600 kilómetros al sureste de Islandia y que es desde 1988 el único territorio sin Estado y no británico miembro de la UEFA, a la hora de hablar de la pelotita.

Con varias horas de diferencia, el tatengue Santi Lebus atiende a El Litoral: “Acá estamos, en Islas Feroe, unas islas que pertenecen al reino de Dinamarca: estuve jugando los últimos seis meses en un equipo que se llama Argja Bóltfelag pero mi contrato pertenece a otro equipo cuyo nombre es F Fuglafjorour. Estuve ahí por un tema de papeles y ahora toca volver al primer club, donde me quedan tres meses más de competencia. Hoy estoy en un equipo que se encuentra en la mitad de la tabla. Acá lo interesante de las Islas Feroe es que tiene diez equipos y el 40 por ciento (4 de 10) clasifican a competiciones europeas. El objetivo del club es apuntar a alguna de esas y quedan 100 días hasta octubre. Mi contrato acá vence dentro de tres meses”, explica Santi Lebus.

Con un puñado de partidos en Unión, Allb Boys, Real Pilar y dos clubes de Bolivia, ahora su meta es “ir a jugar a un club de Dinamarca, algo que estaba acordado pero se pinchó a último momento. Para fin de año, busco éso, que se pueda dar lo de Dinamarca”, comenta a El Litoral.

Luego, Santiago Lebus explica que “ya de por sí venir a jugar a Islas Feroe es un lugar exótico, la vida es de ese estilo…Lo más loco de las islas es el clima, por los vientos fuertes. Te cuento, a las dos horas sale el sol y a las dos horas está lloviendo y nevando. Muy loco, salís de remera y volvés con un camperón. Acá en las islas, todo el mundo trabaja, la cultura es muy fuerte. Por ejemplo, además de jugar al fútbol, yo trabajé cuatro horas en la cocina de un hotel; todos los días de lunes a viernes. Pasa que los extranjeros sólo podemos trabajar cuatro horas por día; pero los locales lo hacen ocho horas por cada jornada. Entonces, los entrenamientos son a partir de las seis de la tarde. El nivel de vida es muy alto, con muchísima seguridad. Acá se vive con la puerta sin llave, nadie toca nada. La gente se va de vacaciones y deja todo abierto. Es increíble. Se vive como si fuera una burbuja”.

“En cuanto al calendario de Islas Feroe, se juega de marzo a octubre. En los meses de invierno no se puede…es imposible. Las canchas son sintéticas, porque mantener el césped natural es casi imposible. Encima yo llegué en enero/febrero, con días cortos de 11 de la mañana a cinco de la tarde. Ahora, en verano, todo el tiempo hay luz. Las casas son muy grandes, porque la gente pasa mucho tiempo adentro. En cuanto a las comidas, la gente cena a las seis de la tarde; a la hora que me preparo el mate”, expresa el futbolista que debutó profesionalmente con la camiseta de Unión un 3 de febrero de 2018 cuando a los 37 minutos del segundo tiempo reemplazó a Mauro Pittón en un juego ante Rosario Central (fue derrota 0-1 del Tate).

“El idioma que se habla es el feroés, lo hablan 60.000 personas y no lo detecta Google…¡¡¡se me complica un poco para traducirlo!!!. Con el inglés, la peleamos; salvo con los mayores. Entre el islandés y el feroés están los primeros idiomas de los vikingos”, comenta Santi.

En cuanto a los recuerdos que siempre genera Unión, su primera casa, Santiago Lebus comenta: “Con la distancia se pierde el día a día con Unión y con Santa Fe. Alan Sosa, Marcos Peano, Lucas Ríos son los de mi camada en Unión, nos cruzamos mensajes. Con Diego Mosset, mi DT y coordinador, nos cruzamos en el supermercado. Con los hermanos Pittón tengo una gran relación. Es lo mejor que te deja el fútbol, ya sea allá en Santa Fe o acá en las Islas Feroe”.

Más ovejas que gente y violencia cero

Las Islas Feroe, nación autónoma de Dinamarca cuenta con más ovejas que personas. Además de tener la tasa de criminalidad más baja en el planeta, realizan proezas como conectar sus islas a través de túneles submarinos.

Dicen que los inuit, los pobladores del Ártico, tienen decenas de palabras para referirse a los tantos matices del color blanco que tiene la nieve y el hielo que los rodean (cada vez menos a causa del calentamiento global). En feroés, el idioma escandinavo que se habla en el archipiélago noratlántico de las Feroe, bajo soberanía danesa y situado a mitad de camino entre Noruega, Islandia y Escocia, hay nada menos que 37 términos para describir el mismo número de tipos de niebla.

“Alguna de ellas, a saber cuál, nos envolvió pasada la medianoche cuando abandonamos el pequeño aeropuerto de Vágar, el único del que dispone este remoto rincón del planeta, y nos impidió disfrutar de nuestra primera noche blanca de mediados de junio, una de las más largas y luminosas del verano, que alcanzan su plenitud con el solsticio, cuando el sol apenas llega a rozar el horizonte antes de volver a alejarse de él”, cuenta el informe de www.gatopardo.com.

Torshávn (“el puerto de Thor”, el dios vikingo del trueno), hogar de casi la mitad de los 60.000 feroeses, es una de las capitales más pequeñas y pintorescas del mundo, donde algunos barcos pesqueros son más grandes que muchas de sus coloridas casas. Para llegar a Torshávn hay que cambiar de isla cruzando el estrecho de Vestmannasund, un antiguo fiordo convertido en canal por la subida del nivel del mar hace milenios. ¿Se cruza en transbordador?, ¿por un puente? No: se llega a través de un túnel, en coche, por debajo del mar.

Cada vehículo se adentra en la pequeña y oscura boca occidental del Vágatunnilin, el más antiguo de los dos túneles submarinos que unen entre sí las islas principales, inaugurado en 2002 y de casi cinco kilómetros de longitud. Nada en su modesto aspecto exterior hace pensar que va a cruzar algo más que una verde colina pero, en realidad, nos llevará hasta los 105 metros de profundidad bajo las gélidas aguas del Atlántico Norte y sus ballenas, bacalaos y salmones. La travesía resulta tan rápida y cómoda como inquietante.

El otro túnel subacuático de las Feroe, el Norðoyatunnilin, que conecta la isla de Eysturoy, la segunda mayor del archipiélago, con la de Borðoy, lo superó con creces cuatro años después con sus 6 300 metros de trazado que llega a hundirse 150 metros bajo las olas, pese a que el lecho marino se halla solamente a 103 metros de la superficie.

Fuente: El Litoral

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