El último episodio ocurrido en barrio Loyola en Santo Tomé, donde dos hermanas sufrieron graves heridas provocadas por un perro de raza pitbull, reavivó el debate sobre los denominados “perros potencialmente peligrosos”. Consultado por LT10, Omar Robotti, diplomado en etología clínica, profesor de la Universidad Católica de Córdoba y presidente de la Asociación de Etología Clínica Veterinaria Argentina, fue categórico y expresó que “cualquier perro, del tamaño que sea, tiene capacidad de agredir; la diferencia es el impacto del daño”. Robotti subrayó que el origen genético importa, pero no determina por sí solo el comportamiento: “Hay razas seleccionadas para pelea o guardia que traen cierta predisposición, pero la agresión se dispara cuando fallan la educación y el control humano”.
El problema no es solo la raza
Según registros citados en la entrevista, en los últimos tres años se notificaron al menos 13 ataques de pitbulls en Santa Fe y alrededores. La mayoría se produjo dentro del ámbito doméstico, algo que el especialista relaciona con fallas en la crianza: “La agresión familiar es la más frecuente y muchas veces no trasciende. Si el perro, desde cachorro, aprende que morder resuelve conflictos, tarde o temprano habrá un accidente”.
Robotti comparó la situación con la violencia intrafamiliar entre humanos: “Se ven señales (gruñidos, defensas de comida, rechazo al contacto) que muchos dueños minimizan. Eso es como quitar líquido de freno al auto: cuando necesite detenerse, no podrá”. El etólogo avala la figura de la tenencia responsable “más allá de la vacuna o la desparasitación” e insiste en trabajar con profesionales: “Educador, adiestrador y veterinario deben intervenir temprano; pegarle o dominarlo con violencia solo agrava el problema”.
Claves para prevenir agresiones caninas
- Jerarquía y territorio: El perro defiende recursos como su comida, juguetes o espacios. No se deben permitir gruñidos ni mordidas frente a estos elementos.
- Socialización temprana: El contacto controlado con personas, niños y otros animales debe iniciarse entre las 3 y 14 semanas de vida, guiado por un profesional.
- Señales de alerta: Rigidez corporal, gruñidos repetidos, reacciones exageradas o mordidas pequeñas pueden ser síntomas de un problema en desarrollo.
- Control ambiental: Mantener al animal en espacios seguros, con cercos adecuados, correa en la vía pública y bozal si lo exige la normativa.
- Educación positiva: Evitar la violencia física. Enseñar mediante refuerzo positivo y corrección con límites claros desde el primer día.
Robotti concluyó que los ataques graves son también “un problema de salud pública”: “Cada herida implica cirugía, internación, costos y trauma psicológico. Educar al perro es cuidar a la comunidad”.
Fuente: LT10