Colón está complicadísimo. Algo tan simple como contundente. No hace falta ahondar en más detalles para entender el pozo en el que está sumergido el equipo en la Superliga, no solo desde lo número sino también en lo futbolístico y anímico. Un 2020 que no mostró los cambios necesarios y la malaria se profundizó: cuatro derrotas y dos empates. Por si fuera poco, recibió ocho goles en dos partidos y por eso, el entrenador Diego Osella, puso en consideración de la dirigencia su continuidad.

“Lo que menos quiero es hacerle daño al club. Si piensan que lo estamos haciendo, saludaremos a todos deseándole lo mejor al que llegue”, dijo el oriundo de Acebal en la última conferencia de prensa tras caer ante Boca, dejando conceptos duros y una crítica descarnada.

En pocas palabras, el que tenía la palabra es el presidente José Vignatti, con quien debía reunirse. La situación es límite, ya que los competidores directos se escaparon y los que estaban más rezagados alcanzaron al Sabalero, elevando el índice de preocupación poniéndose en jaque la permanencia en Primera.

Pero la realidad hace que cambiar de conducción ahora no sea factible. Esto se debe a que habrían existido contactos con otros entrenadores, pero la dirigencia se topó con la negativa de todos. Después hay ofrecimientos, pero casi ninguno convence.

Osella reconoció tener fuerzas para revetir la situación y por eso, ante este escenario que opaca a Colón, arrancará la semana de entrenamientos pensando en la última fecha ante Talleres. En base a lo que suceda en Córdoba, quizás sea el quiebre definitivo, ya sea desde el punto de vista de su continuidad o de una remontaba que ilusione con la posibilidad de seguir en la elite.

Queda todavía la Copa de la Superliga, pero sino hay respuestas inmediatas, da la sensación que el destino depararía la pérdida de la categoría.

FUENTE: DIEZ EN DEPORTES