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Los trenes a escala de la familia Eschoyez, un clásico de Santo Tomé

Los trenes a escala de la familia Eschoyez, un clásico de Santo Tomé

La colección de réplicas de trenes de la familia Eschoyez es Un atractivo que en su momento dejó boquiabiertos a todos los vecinos que pasaban a visitarla. sobre las tres maquetas construidas entre los años cincuenta y los setenta, circulan decenas de locomotoras y vagones de distintas épocas impulsados por Un sistema eléctrico único. Los escenarios por donde se mueven reflejan la vida de Estados Unidos y Europa cuando el ferrocarril era el motor de vida de estas sociedades. La pintoresca casa ubicada en la intersección de las calles Maciá y San Martín, sobre la curva que hace las veces de ingreso a la costanera de Santo Tomé, resguarda uno de los atractivos más llamativos de toda la ciudad. En esta quinta perfumada por los jazmines plantados en el lugar, se encuentra Un amplio salón donde está montada una de las colecciones de trenes a escala más sorprendentes del mundo, no sólo por su tamaño y nivel de detalle, sino también por el complejo sistema eléctrico que da vida a las pequeñas máquinas y sus vagones.

Esta original exposición pertenece a Luis y Guillermo Eschoyez, herederos de una tradición familiar ligada al ferromodelismo que inició su padre, Alberto, a fines de la década de los 50, cuando los hermanos tenían 7 y 4 años, respectivamente. En estas tres grandes maquetas se pueden apreciar numerosas réplicas de trenes a escala, que muestran cómo era la actividad de estas máquinas que funcionaron en Europa y Estados Unidos desde 1826 en adelante, cuando el ferrocarril era la principal actividad económica del planeta. El punto de partida de este verdadero mundo de trenes sucedió hace unos 65 años atrás, cuando en uno de los tantos viajes que hacia Alberto a Buenos Aires, les trajo de regalos a sus hijos Un conjunto de trenes con locomotoras, vagones y vías. “Recuerdo que junto a amigos del barrio y sus padres, armamos todo rápidamente en el piso y empezamos a jugar… fue ahí que nos enamoramos, sobre todo mi papá, y nació este sueño”, comentó Luis Eschoyez, en diálogo con Voces del Salado.  “Creo que su pasión por esto surgió porque mi papá tenía tíos ferroviarios, y su trabajo era siempre tema para hablar en las reuniones familiares; después de haber conseguido la primera, cada vez que viajaba a Buenos Aires traía distintas réplicas de las marcas Merklin y Lionel”, rememoró Luis.

Tradición familiar

El entusiasmo de los Eschoyez por los trenes primero fue con los de mayor tamaño. Luego, cuando Luis tuvo entre 12 y 13 años y podía acompañar a su padre en sus viajes, se volcó a los más chicos. “Empezamos a armar las maquetas y teníamos mezcladas las máquinas grandes y las chicas, pero con el correr del tiempo, el amor por este hobby se volvió mucho más serio y comenzamos a separar las cosas”, indicó luego. “En ese ínterin, mi viejo conoció unos ingenieros belgas, los que empezaron a venir periódicamente a nuestra casa e hicieron el diseño de lo que hay hoy”, explicó Eschoyez sobre lo que sucedió a finales de los años cincuenta. Primero confeccionaron las mesas, con todos los requisitos necesarios para que sean estables y no presenten ondulaciones. Después ejecutaron todo el sistema eléctrico, mientras que en paralelo se efectuaba la colocación de vías, se confeccionaban los relieves del terreno y se ponía a punto el paisaje ferroviario de la época.

“Recuerdo que se trabajaba con mucho amor y por largas horas, sobre todo en verano, y así fue durante unos tres años, cuando pudimos terminar la primera mesa; luego seguimos con la segunda, la de los trenes más grandes, que también llevó mucho tiempo en realizarla; tenía Un sistema eléctrico fenomenal, a tal extremo que lo mantenemos nosotros como podemos, puesto que los que lo instalaron ya fallecieron”, remarcó Luis. La confección de esta segunda maqueta se prolongó a lo largo de la década de los sesenta, hasta que una vez terminada, arrancaron con la tercera, constituida por el material excedente que tenían los Eschoyez. “Como siempre teníamos material de sobra, decidimos hacer otra maqueta más, la que pudimos terminar en los años setenta”, precisó. La verdad que tener esta colección es muy importante para nosotros, sobre todo para mi padre, Alberto, quien nos dejó a los 73 años mientras trabajaba en este proyecto… amaba los trenes a escala”, expresó nostálgico. “Por unos 20 años dejamos de lado la actividad por nuestros trabajos, pero cuando estuvimos más tranquilos retomamos esta tarea y hoy pasamos tiempo poniendo todo a punto y disfrutando de nuestros trenes a escala”, concluyó.

Escenografía ferroviaria

La colección de los Eschoyez está compuesta por tres grandes maquetas de fácil montaje, pensadas para agilizar los traslados. Una tiene 3 metros 60 centímetros por 3 metros (compuesta por tres mesas); la segunda tiene 3 metros por 2,40 (dos mesas); y la más chica mide 3 metros por 1.20 (una sola mesa). En su conjunto circulan unos 25 trenes al mismo tiempo, los que funcionan con electricidad a través de Un sistema relay que abre y cierra circuitos de energía. Luis se preocupó por aclarar que este tipo de sistema era novedoso para la época en que fue ideado y su desarrollo “no se ha visto en ningún otro lado”. “Si bien hay otras maquetas y hasta son más grandes, la nuestra, por su antigüedad, es fenomenal… no hay muchas como estas en el mundo”, señaló.

En cuanto a los tipos de máquinas, predominan dos marcas: la alemana Marklin, las que tienen una escala de 0 87, consideradas como las de menor tamaño; y después están las estadounidenses Lionel, más grandes, de 0 42. También hay algunos modelos Bachmann, de Estados Unidos, una firma que se caracteriza por hace réplicas de los trenes más antiguos de la historia. “Hoy nuestra colección está integrada por Un paquete de unas 150 máquinas y alrededor de 500 vagones que fuimos adquiriendo lentamente, desde los años 50 hasta esta parte”, precisó el amante del ferromodelismo.

Decoración acorde

Las maquetas también se destacan por reflejar verdaderos paisajes ferroviarios, integrados por pequeñas y grandes viviendas, castillos, edificios, estaciones de trenes, galpones, puentes, grúas y elementos de construcción, túneles, molinos, distintos tipos de señalética, cartelería y semáforos. Además muestra personas realizando diversas actividades de la época, animales, una nutrida flora y una geografía muy variada. Incluso tiene un fonicular de excelente calidad. “Todos estos elementos acompañan a los trenes y vinieron desarmados… nosotros los fuimos comprando de chicos, nos sentábamos con los planos y el pegamentos correspondiente y lo íbamos armando de a poco y con mucho cuidado”, rememoró el coleccionista.

Las maquetas también poseen Un complejo sistema de iluminación, que con los años sufrió modificaciones. Un ejemplo de ello es el recambio de luces incandescentes por luminarias led ques e hizo en determinados puntos de los escenarios. Todo está montado sobre firmes mesas de madera asentada, donde se confeccionaron sistemas de alambres recubiertos por material duro que se conseguía décadas atrás para dar relieve y textura. “Esta colección es prácticamente irrompible, por la forma en que está constituido todo y el cuidado que se le da; incluso ahora que no está abierto al publico, (las maquetas) están recubiertas con un nylon sostenido por parantes que evita que toque las escenografías ferroviarias”, añadió Eschoyez.

Los tiempos del museo

Durante varios años la colección familiar de los Eschoyez estuvo abierta a todos aquellos que quisieran introducirse en el mundo de los trenes a escala. Luego de hacer una serie de reformas estructurales en la casa quinta y tras la refuncionalización de un gran salón donde se acomodaron las tres maquetas, en 2011 abrió el museo Trenes del Mundo. La habilitación de este lugar demando la puesta en valor de todas las pequeñas máquinas, cuyo reacondicionamiento implicó una larga y minuciosa tarea. “En la previa hicimos venir a un técnico de Buenos Aires durante varios fines de semana para intercambiar opiniones y reorganizar las maquetas, sobre todo en el aspecto eléctrico; al tiempo terminamos de resolver esto y así empezó Trenes del Mundo”, recordó Luis Eschoyez. La apertura también exigió traer material rodante moderno, el que fue conseguido por los Eschoyez en Estados Unidos.

“Había algunas maquinitas con más de 80 años, y la verdad no las queríamos usar para una exposición permanente, entonces optamos por adquirir nuevas para poder utilizarlas a full”, aclaró Luis sobre esta decisión que se tomó para no arruinar y desgastar los trenes más antiguos. “Recuerdo que solían venir muchos turistas, sobre todos alumnos de escuelas, puesto que teníamos Un acuerdo con la Municipalidad y ellos promovían las visitas de las instituciones escolares… fue algo realmente lindo”, sostuvo luego. El museo Trenes del Mundo duró varios años, hasta que el cansancio y la falta de personal para mantener abierto el lugar durante todos los fines de semana, llevó a bajar la perciana de este espacio sinigual. “No solo era estar ahí todo el tiempo, sino que su permanencia demandaba hacer el service a las máquinas, engrasarlas y conservar los motores, y eso te insume muchísimas horas de trabajo”, explicó Eschoyez. Hoy el lugar volvió a su génesis y es disfrutado por la familia en momento especiales, sobre todo en estos tiempos donde se reúnen por las fiestas de fin de año.

Fuente: El Litoral.

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