Ésta es mi columna número 300, y como tal, quise recordar un poco el camino, y por qué vale la pena escribir, así jamás sea leído.
En el año 2007, escribí mi primera publicación, para una revista de la universidad. En el 2009, me recibí de Economista, y al año siguiente comencé a trabajar, abrimos la inmobiliaria APL, desde cero, y de a poco comenzamos a hacernos un camino. Con el paso del tiempo, y las actividades laborales, dejé de lado mi profesión de economista, una pasión que descubrí en mi estadía en la universidad (a la cual ingresé para estudiar contaduría). Con el paso de los años, la rutina, el stress, la vida me volvió miope, mi cabeza solo pensaba en el corto plazo, en las obligaciones, en el día a día. Había abandonado el espíritu científico, que nos lleva preguntarnos cosas, imaginarnos diferentes escenarios. Es decir, el espíritu de la ciencia es pensar y buscar la verdad, aunque no se encuentre jamás. Así, casi que podía sentir en mi cabeza el cerebro achicándose, limitándome en mis expresiones, y en mi capacidad de resolución de casi cualquier dilema cotidiano. Hasta que unos años después, allá por los inicios de 2012, entre Magdalena Arzamendia y Mariano Zmutt, que para aquel entonces eran parte del diario “el santotomesino”, me invitaron a escribir para el diario.
Como toda aventura, dije sí, lo intentaría, al fin y al cabo, ¿qué podía perder? El primer texto me llevó todo el día, lo revise más de 100 veces, le pedí a mis familiares que lo leyeran, lo corregimos más veces y entregamos, era sobre la conferencia de Steve Jobs en Stanford, y el inicio de APL. Cuando hoy me puse a leerlo, realmente me dio vergüenza haber escrito eso, pobre de redacción, y no aproveché miles de recursos y alternativas que la misma idea proponía. Lo cual me lleva al motivo del presente texto: escribir, nos obliga a superarnos: mejorar nuestras expresiones, escritas y orales, nuestros poder de interpretar circunstancias, y la capacidad de resolver problemas. La escritura me llevó a mantenerme actualizado, a mejorar día a día, por ello cuando miro en retrospectiva los textos, les encuentro muchos defectos.
Con el paso de los años, mi cabeza volvió a cuestionarse, a comportarse como un científico, a buscar la verdad y superarse. Fui a radios y programas de Tv, en búsqueda de nuevos ejercicios mentales, que tuvieron repercusiones muy interesantes en otros aspectos de mi personalidad que no me hubiese imaginado jamás. Alimentaron el espíritu aventurero, para abrir empresas (hasta un centro cultural), dar empleo, emprender riesgos, hablar en público, cosa que me aterraba, y soportar los fracasos y la crítica, transformándolo siempre en aprendizaje.
Hoy, recuerdo aquel primer texto para el diario “el santotomesino” (que cumplió 20 años hace unos días), y puedo comenzar a conectar los puntos para atrás, como dijo Steve Jobs en aquella famosa conferencia. No se pueden conectar hacia adelante, dado que desconocemos cual será el resultado final de nuestro accionar, las consecuencias; solo puede hacerse hacia atrás. Escribir, fue la punta del ovillo que me abrió muchísimas puertas, porque previamente, abrió mi cabeza a nuevas ideas. Y gracias a ello, pude realizar muchas de las cosas que luego vinieron, y desenvolverme mejor.
Cada semana escribo el texto con una mezcla de generosidad y egoísmo, y con mucho sacrificio en la apretada agenda. Generosidad, en búsqueda de colaborar con mis lectores a cuidar su patrimonio, y tomar decisiones económicas mejores, para sí y los demás. Todo lo que sé, lo aprendí de otro, y “si vi más lejos, es porque me paré en los hombros de gigantes”. Egoísmo, por lo antedicho, un ejercicio propio, a fin de conectar mejor mi cabeza. Por ello, no me frustra el hecho que la gran mayoría de los lectores no haya pasado del título.
Hoy, puedo escribir este texto en menos de 40 minutos, expresar lo que pienso de forma fluida y más precisa, cuestiones que en la vida me han ayudado en muchísimos aspectos, hasta hacer que comprador y vendedor se encuentren, en mi profesión de corredor inmobiliario. Ese es el mejor consejo que le puedo dejar: escriba, no se va a arrepentir. Sé que el día de mañana miraré este texto y lo criticaré, y ojalá así sea, será síntoma de haberme superado.