Las abuelas son lo mejor que hay en el mundo, con su amor y cariño nos han enseñado que la vida es hermosa y que las dificultades se vencen con un abrazo y una sabrosa comida.
Ellas participan en cada detalle, y -a la hora del almuerzo o la cena- podemos decir que: “La mesa está servida”.
Así comienza esta historia de Gisela Bertossi, una joven emprendedora de Matilde, que apuesta a la gente de su pueblo y nos trae dulzura y delicadeza en la producción de masas finas secas, prostres como tiramisú, chajá, selva negra y tortas para cumpleaños, para todo tipo de eventos como baby shower, casamientos, bautismos y demas a pedido de cada persona.
Algo le faltaba a Matilde y Gise nos atrapa con la magia de lo dulce, se instala de a poco en cada hogar, en cada familia con sello propio: “DULCE MATILDA”, un nombre femenino y concreto, que conduce a un verdadero Arte. Ella lo define como un modo de llegar desde la comida, con amor, con dedicación… temático y personalizado para cada caso en particular; es una apuesta fuerte que está gestando buenos resultados.
Basado en las “típicas recetas de la abuela”, con toque y sabor nos envuelve e incita al recuerdo y el bienestar. La imagen familiar es algo que resuena en el paladar de un público que es especial y único. Cada pedido es para Gise un nuevo desafío, se compromete con la gente, aprende y sorprende. Así va ganando espacios honrando a sus abuelas y a su mamá quien también le enseñó gran parte de lo que sabe. A su tía Stella de quien habla con cariño y de un amigo que trabaja de chef y a podido aconsejarla.
Así nace este microemprendimiento desde el hogar deleitando a grandes y chicos. Gise no abandona la idea de tener su casa de té, un lugar donde sentarse con amigos o solo a homenajearse con algo rico, algo dulce pensado y hecho desde el corazón y gozar de esos momentos que bien valen la pena y se disfrutan con alegría en el alma.

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